El parlamento británico, en histórica resolución del 14 de octubre de 2014, solicitó a su gobierno el reconocimiento oficial del Estado de Palestina junto al Estado de Israel, iniciativa a la que se sumó Suecia, conforme a la misma modalidad. Las decisiones siguieron al llamado de paz y seguridad que hizo el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon en Ramallah, antes de visitar la devastada Franja de Gaza tras el último ataque militar israelí, y a los anuncios del presidente Putin de apoyar una resolución del Consejo de Seguridad para imponer fecha límite a la operación bélica en esta zona del Medio Oriente.
La moción del parlamento británico tuvo una oposición moderada, de momento en que la propia autoridad gubernamental (primer Ministro y su gabinete) optó por la abstención a la iniciativa parlamentaria, ya que su reconocimiento del Estado palestino quedaba condicionado a la firma previa de un acuerdo duradero de paz entre las partes beligerantes. No obstante, la creciente preocupación y compromiso de actores de la política mundial y regional frente a la situación actual de Palestina y la histórica vinculación estructural de Gran Bretaña con Palestina e Israel constituyen un caso particular de estudio.
Ciertamente que una ex potencia colonial como Inglaterra dio origen a los primeros desencuentros regionales, al cobijar a la comunidad judía en tierras bajo su dominio y reclamadas por palestinos (Declaración Balfour, 1917). Asimismo, facilitó el nacimiento del Estado de Israel (1948) con su retirada del territorio ocupado, dejando tras sí un conflicto secular de confrontación y coexistencia que se mantiene hasta nuestros días.
En consecuencia, la presencia histórica y la trayectoria de dominación e influencia británica en el Medio Oriente se convierte en un referente para entender las aspiraciones nacionales palestinas y los intentos de legitimación internacional israelí.
La continuidad de esta relación de liderazgo y poder británico en la región, aunque mucho más atenuada en la actualidad, se proyecta con la presencia y gravitación del Reino Unido en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en la Alianza del Atlántico Norte, en la Commonwealth y en la Unión Europea, entre otros. De ahí que la aprobación de la resolución en el Parlamento británico sobre el reconocimiento al Estado palestino, por amplia mayoría de votos (274 contra 12), representaría una señal para abordar multilateralmente, con voluntad y decisión, la demanda del pueblo palestino con sus pares internacionales, particularmente en el ámbito de la Unión Europea.
Aunque simbólica y no vinculante para la política exterior del primer ministro Cameron, constituye una resolución inédita y refundacional en las relaciones británico-palestinas. Ciertamente el acuerdo parlamentario es un punto de inflexión en la larga trayectoria de una relación secular entre dependencia colonial y autonomía nacional. Los fundamentos y alcances nacionales e internacionales de esta decisión multipartidista y mayoritaria de la Cámara de los Comunes no solo es una señal política y diplomática de solidaridad frente a la tragedia actual de la población civil de Gaza, sino que también expresa un reconocimiento explícito y decidido a los derechos de autodeterminación del pueblo palestino de constituirse definitivamente como estado soberano y en coexistencia pacífica con Israel.
La resolución del parlamento británico sobre el reconocimiento del estado Palestino recoge, reitera y pone al día, el espíritu y propuesta europea de la Declaración de Venecia de 1980. Sin embargo, los factores internos y el liderazgo de la política exterior británica también cumplen un rol explicativo en la decisión parlamentaria de reconocer al Estado palestino en un contexto de preocupación y solidaridad internacional, frente a la sangrienta y destructiva operación militar en Gaza.
La nueva identificación europea de la agenda laborista, por su parte, fue otro factor orientador de la política exterior británica, jugando ahora un rol de pivote en la política mundial y de interlocución y puente entre Estados Unidos y Europa.
Tanto la agenda ética como la orientación europeísta se han incorporado a la política exterior del Reino Unido. El actual gobierno Conservador- Liberal Demócrata intenta armonizar los intereses nacionales con la promoción de valores universales en el contexto de una gobernanza global de la sociedad internacional contemporánea.
Tal vez las dimensiones éticas y de identidad nacional de la política exterior británica, más la conjugación de valores con los intereses internacionales, identifican y explican, en parte, las posiciones y adhesiones de los líderes del Parlamento y del Gobierno británico en torno a la resolución sobre el reconocimiento del Estado de Palestina.