Cuando Austin publicaba su libro “How to do things with words” y hablaba en él acerca de los “speech acts” o “actos de habla”, y de cómo podíamos hacer cosas con palabras: es decir, las palabras no sólo significan, sino que también crean significado. Los post-modernistas, tomando algunas ideas de la filosofía del lenguaje, donde Austin pertenecía, le dieron un giro a estos conceptos: efectivamente, podemos hacer cosas y crear significado con las palabras, pero no sólo eso, sino que también podemos manipular ese discurso, y por extensión, esa manera de ver la realidad, para someter al resto de nuestros oyentes, convenciéndolos, como ya hacían los antiguos sofistas, para su provecho. De ahí que para Foucault, dentro de lo que él llamaba las “relaciones sociales de poder” aquel que controlara el discurso, aquel que fuera dueño del significado de las palabras, sería el que ostentara el poder, dígase, la verdad.
Esta tradición llega a las Relaciones Internacionales recién en el cuarto debate; fue allí, cuando la disciplina se dio cuenta de la importancia del lenguaje dentro de la arena internacional; la revolución cognitiva que le precedió, no hizo sino que afianzar que el discurso posee un profundo efecto psicológico en el ser humano, dependiendo obviamente de su formación y su historia de vida. De ahí, a partir de este momento, los estudios de psicología y los de lenguaje se entremezclen, para dar lugar a verdaderos análisis de personalidad a través de las palabras, de los gestos, de los silencios. El poder del discurso ganaba un sitio en las Relaciones Internacionales.
Si bien es cierto que el discurso, y la palabra, poseen poder de convencimiento, en un escenario cotidiano, toma mucha mayor importancia si el discurso es pronunciado por el presidente de los Estados Unidos. Su análisis nos dirá mucho acerca de la visión de la realidad que posee cada presidente, y por extensión, también su administración, además de darnos datos certeros de cuáles son los pilares de su política.
Ahora bien, el discurso, como decíamos antes, es un instrumento de poder: aquel que lo domine, dominará también la verdad, la manera de ver la realidad. De ahí su importancia como instrumento de la política, como también de la creación de agenda; en política exterior, no es la excepción: qué decir y qué no decir es de una importancia supina. Pero no sólo es un instrumento de creación de agenda, sino que también puede llegar a ser un mecanismo de creación de imagen: el discurso puede ser un mecanismo de soft-power para crear/cambiar ciertos estereotipos arraigados o no dentro de la sociedad; en definitiva, se trata de un recurso de tremenda importancia, de ahí que los presidentes norteamericanos no escatiman su uso en los más diversos escenarios.
Un ejemplo claro de lo que venimos diciendo hasta ahora, es el discurso que pronunció el presidente Barack Obama el 4 de Junio de 2009 en El Cairo, Egipto, llamado “A New Beginning”. Obviamente viene marcado por un claro contexto de alejarse diametralmente de su antecesor, el presidente George Bush, quién había usado precisamente una cadena nacional para calificar a ciertos países de “Eje del Mal”; en esta ocasión, y enmarcado dentro de un nuevo foro que se había creado, no hace mucho tiempo, llamado “Alianza de Civilizaciones”, el presidente Obama recalcó frente a la nación egipcia, al mundo musulmán, y como no, ante el orbe entero, de que su nueva política iba a ser de acercamiento, diálogo y de ayuda mutua.
Si realizamos un análisis de este discurso, separamos los términos más frecuentes (people, world, america), realizamos dendogramas para efectuar lo que Laclau llamaba “cadenas de equivalencias”, podemos comprobar que el mensaje es de unidad, ayuda, futuro común, mundo musulmán. Si bien hay conflictos latentes (Afganistán, Irán, Israel-Palestina), el futuro que augura Obama no puede ser mejor. Lo que intenta a través de su discurso es lavar la imagen que Estados Unidos había dejado en Oriente Medio, y por extensión, en el mundo, además de intentar afianzar un clima de seguridad, la que, por una u otra razones, había sido puesta en tela de juicio en el gobierno anterior.
Estos conceptos recalcados en el discurso coinciden directamente con los diferentes autores manifiestan como la “Doctrina Obama”. Como ya habíamos dicho antes, enmarcada dentro del foro de Alianza de Civilizaciones, el Premio Nobel de la Paz y su administración poseen como pilares de su política exterior el multilateralismo, el uso del soft power, el intento de volver a un status quo y el diálogo constructivo y diplomático. Es de todos conocidos que la política exterior responde al estado interno de cada nación; el caso de Obama estuvo marcado por una fuerte crisis económica, la lastrada guerra de Irak y Afganistán, entre otros; el surgimiento de nuevos actores no hizo sino reforzar la idea de que la solución era el multilateralismo.
Pues bien, podemos decir con toda seguridad que hubo un cambio dentro del discursos de la política exterior hacia Oriente Medio con la administración Obama; son otros los conceptos, otras las cadenas de equivalencias que dan cuenta de un giro con respecto a lo que se venía diciendo. Ahora bien, como decíamos antes, el discurso es un instrumento, entre otros muchos, de política exterior; si bien hay un cambio en el discurso desde la administración Bush a la administración Obama, eso no quiere decir que haya un cambio “real” en agenda o en hechos concretos.
Lo que si podemos afirmar es que el discurso, como un instrumentos más, ha ayudado, en este caso, a crear un clima de “seguridad”, en tanto se sabe que Estados Unidos ha tomado un papel más distante, debido a los muchos problemas internos, con respecto a los problemas globales: lo vimos en Siria, lo vimos en Ucrania… y con ISIS, no ha hecho más que coordinar acciones conjuntas.
El poder del discurso no está en duda; se afianza como un instrumento más dentro de la política exterior, que en algunos casos incluso llega a configurar la agenda. La opinión pública y la sociedad civil, nuevos actores emergentes, serán los encargados de juzgar a los mandatarios por las promesas no cumplidas; la administración Obama se ha enfrentado con problemas externos que en sus primeros momentos del primer mandato, no sospechaban que ocurrirían. El discurso del 4 de Junio de 2009 ató a Obama más de lo que pudo haber imaginado… veamos cómo evoluciona ese mismo discurso, ante los graves conflictos a los que nos estamos enfrentando.