La cumbre de G7 en Charlevoix, Canadá hace pocas semanas terminó con una profunda diferencia internacional sobre el comercio y aranceles sobre el acero y del aluminio,entre otros productos, entre el presidente Donald Trump y el resto de los países que conforman el G7. El presidente Trump, aduciendo a que no aceptará el párrafo final del comunicado conjunto y que mantendrá las altas tasas impositivas próximas a entrar en vigor. Levantó así ásperas disputas a través de twitter al emprender su camino a Singapur para encontrarse con el líder norcoreano Kim Jong Un. Trump reconoció, no obstante, que el encuentro con la canciller Ángela Merkel, el presidente Emmanuel Macron y el propio primer ministro Trudeau para delimitar futuras acciones y eliminar las barreras impositivas. fue muy productivo.
Estando reunidos en Canadá los miembros del G7 junto a la directora del FMI, Christine Lagarde,Trump acusó a los demás países de prácticas indecorosas de aprovechamiento del apoyo financiero norteamericano, al tiempo que declaró que “la UE es brutal con EEUU en aranceles”. Explicó el presidente Trump, que ello llevaba a no sumarse a la declaración conjunta, y posteriormente criticar al PM Trudeau por sus duras declaraciones contra las medidas estadounidenses.
A través de su cuenta Twitter, el presidente Trump afirmó que era injusto que los agricultores, productores y trabajadores de Estados Unidos tuvieran que pagar más impuestos para solventar los 800 mil millones del déficit comercial norteamericano, y que era irrisorio que el mismo país debiese solventar casi el total del costo de del programa de defensa en Europa de la OTAN –mismas declaraciones que fueron emitidas en 2017, en la cumbre en Bélgica de los jefes de estado y gobierno de los países que integran esta alianza militar de defensa–.
Durante la presidencia de Herbert Hoover en plena recesión financiera estadounidense, durante la Gran Depresión de 1929 y con la implementación de un paquete de medidas proteccionistas basadas en la ley Hawley-Smoot (1930), mediante la cual se gravó con fuertes aranceles a productos importados, la depresión económica se incrementó en el país y la balanza comercial no mejoró. Las medidas fueron respondidas con represalias y fuertes respuestas de Canadá, las mismas que surgieron dos días de la reunión del G7, cuando Trudeau manifestó su plan de imponer fuertes impuestos a los productos norteamericanos.
La situación actual puede provocar otras consecuencias internacionales, no sólo por la intención de Trump de seguir imponiendo tasas al acero y el aluminio importado para amortizar sus pérdidas millonarias, y de acusar de “dumping” a Canadá, sino que por los efectos que pueden deteriorar la debilitada relación entre la UE y Canadá con su país. Ello conllevaría a simulacros y amenazas que se recrudecerán con el tiempo si es que no hay un consenso definido sobre la hoja de ruta y sobre la amortización de aranceles a productos estratégicos en el contexto de una verdadera “Guerra Comercial”.
En la perspectiva de la twiplomacy, a través de su cuenta, Trump aseveró que mientras que Estados Unidos debe pagar los “platos rotos” de su balanza comercial negativa ante el aprovechamiento de sus socios comerciales –especialmente Canadá, México y la UE. Enfatizó por tanto que debe proteger a sus trabajadores y agricultores, siendo por ejemplo el sindicato American Steel Workers el más afectada por esa política de otros países. Si bien es cierto que su cuenta personal ha sido una base primordial para dialogar con el mundo exterior y para difundir su discurso nacionalista de defensa de los intereses del país, también se ha convertido en una plataforma de ataques repetitivos y sonoros con los cuales pretende “asustar” a aliados y enemigos de igual forma.
Esta actuación en las redes sociales puede tener consecuencias positivas en su política interna, ya que al amenazar con gravámenes más severos por ejemplo, en favor de la industria láctea y ganadera de Wisconsin respecto de Canadá –estado que fue estratégico para que Trump ganara su campaña presidencial y que aún mantiene altos índices de apoyo al mandatario– repercutiría en la campaña de Trump para acrecentar su aceptación nacional. Lo mismos sucede en Pennsylvania o Michigan donde su actuación internacional para proteger los intereses nacionales respecto del exterior fueron vistos de manera positiva.
Pero su uso propagandístico desde que asumió como mandatario también ha generado efectos colaterales no solo a nivel interno, sino también en el exterior: prueba de ello es su twitt el pasado 9 de junio donde declaró: “Acabo de salir de la cumbre del @G7 en el hermoso Canadá. Grandes encuentros y relaciones con los seis líderes de los países, especialmente porque saben que no puedo permitirles aplicar grandes aranceles y fuertes barreras para el comercio con Estados Unidos. Entienden perfectamente de dónde vengo. ¡Después de muchas décadas, el comercio justo y recíproco ocurrirá!”
Más allá de los efectos adversos que han producidos estos comentarios, ellos demuestra lo que el periodista J. Goldberg en un artículo “A senior White House official defines the Trump Doctrine: ‘We’re America, Bitch” publicado en el periódico The Atlantic hace unos días. Este comentarista enfatiza que el presidente “Trump no tiene la capacidad de explicar nada que se parezca a una filosofía de política exterior. Pero esto no significa que no tenga ideas”. Esta personalidad se aleja de la forma tradicional que se atribuye a un mandatario con una clara hoja de ruta en política exterior. El discurso convive con las ideas con tintes nacionalistas e incendiarios que ha popularizado Trump en los estados que lo apoyaron en la competencia contra Hillary Clinton, y que ha llevado a comprometer posturas que afectan a sus socios en el mundo y a romper los consensos para favorecer los productos norteamericanos.
Las apreciaciones que los distintos líderes participantes en el G7 han transmitido después de la reunión en Canadá, varían. Por una parte, desde el bando francés, personeros del presidente Emmanuel Macron calificaron los exabruptos del mandatario norteamericano de “incoherencia e inconsistencia”; mientras que Heiko Maas –ministro de relaciones exteriores de la canciller Merkel– subrayó la importancia de los medios de comunicación masivos como twitter, a la vez que declaró: “una cantidad extraordinaria de confianza puede quedar rápidamente destruida con un tuit. Por eso es tan importante que Europa se mantenga unida y defienda sus intereses aún más agresivamente”