“La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, con esta célebre frase del Presidente Abraham Lincoln, el profesor Emérito de Gobierno y Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown, Arturo Valenzuela, inició su análisis de los procesos democráticos latinoamericanos, muchos de los cuales transitan por una profunda crisis de identidad y polarización.
El politólogo y académico chileno-estadounidense, quien ayer participó en un Mediodía IEI, explicó que un régimen democrático debe basarse en una autoridad legal que tiene a la Constitución como instrumento clave para legitimar el ejercicio del poder.
En este sentido, destacó que “una de las características más importantes de una constitución democrática es que es contra mayoritaria, en el entendido que se concibe como un instrumento para proteger los derechos humanos y civiles de las minorías y de las mayorías futuras”.
Asimismo, explicó que “la constitución debe tener definiciones muy generales. Debe crear un sistema representativo, una corte que garantice la constitucionalidad y establecer los mecanismos de gobierno. Debe defender los principios de legalidad y de gobernabilidad”.
En el caso concreto de los presidencialismos latinoamericanos, el Subsecretario de Estado Adjunto de Estados Unidos para América Latina durante la Administración Obama, manifestó su preocupación, toda vez que -a su juicio- estos no cuentan con válvulas de escape frente a las presidencias minoritarias, con períodos fijos y sin representatividad en sus parlamentos.
“También me preocupa el peligro que constituyen los cambios constitucionales que quieren hacerse vía plebiscitos y referendum, instrumentos de manipulación para destruir los parlamentos”, afirmó.
Para el profesor Valenzuela la democracia directa es impracticable en naciones populosas, las cuales requieren de sistemas de representación (Congreso Bicameral, Asamblea, etc.). “El trasfondo de cualquier ejercicio debe tener en mente las divisiones que tienen las sociedades y no las divisiones entre clase gobernante y sociedad. En este sentido es importante fortalecer un sistema electoral que incentive la aglomeración de partidos, donde se junten los grupos más afines, que representen un sector más amplio de la sociedad”, señaló.
Soluciones nocivas
Frente a la realidad de muchos países latinoamericanos, donde abundan las presidencias minoritarias, con períodos fijos y sin representatividad en sus parlamentos, explica que la “solución” planteada -como válvula de escape- ha sido la “segunda vuelta electoral”, que tal cual ha sido llevada a cabo, arroja resultados “nocivos”.
“A través de esta solución llega a la presidencia una persona que no tiene la representatividad suficiente, lo que finalmente redunda en la pulverización del apoyo parlamentario. Para corregir esto, se debiera dar una segunda vuelta, pero en el Congreso -como se hacía antes en Chile- y que sea este el que le pida a quien obtiene la mayoría que, en un plazo de 30 días, forme un gobierno. Ello genera una lógica que obliga a que las distintas facciones se pongan de acuerdo y formen una coalición”, concluyó.