La génesis de la nación boliviana y su proyección hacia los siglos XX y XXI

Génesis de la nación boliviana y su proyección a los siglos XX y XXI

Carolina Bastías, Licenciada en Historia Universidad Finis Terrae - carolabastiasmd@gmail.com

Presidente de Bolivia, Evo Morales
Presidente de Bolivia, Evo Morales

La realidad se genera a partir de la superposición entre elementos tradicionales que presentan continuidad y el desarrollo de fenómenos o características nuevas identificadas como contemporáneas. En ese sentido, en la configuración del presente no se produce un quiebre o ruptura total con el pasado, por lo que la clave para conocer tanto las identidades nacionales, como un sinfín de elementos de carácter social, cultural, económico y geopolítico que caracterizan a los países latinoamericanosen la actualidad,se encuentra precisamente en su historia. Por lo tanto, aunque el siglo XIX pueda parecer parte de un pasado remoto y superado, lo cierto es que para comprender cabalmente quiénes somos y por qué lo somos, es fundamental remitirnos a dicho período. Tomaremos el caso de Bolivia a modo de ejemplo, constatando como una parte significativa de sus particularidades, así como determinadas coyunturas tradicionales, se desarrollaron durante el comienzo de su existencia independiente. Apuntando a dicho objetivo, extraemos algunos elementos sobre la historia de sus primeros años, dando cuenta cómo el siglo XIX se ha proyectado hacia el siglo XX y entrega mecanismos para comprender las grandes decisiones y problemáticas que ha enfrentado el país a lo largo del tiempo.

A comienzos del siglo XIX, una vez finalizada la Guerra de Independencia y la afirmación de la soberanía en Chuquisaca (1825), tal como ocurrió en el resto de las emergentes naciones latinoamericanas, Bolivia se encontraba devastada. La lucha no solo había significado un importante esfuerzo en materia económica y la paralización de las principales actividades productivas del país, sino también el desmembramiento de parte importante de la cosmovisión y las estructuras que habían conducido el territorio durante casi tres siglos. Organizar la nación no sería tarea fácil; de hecho, la desarticulación del sistema colonial sumió a Bolivia en una profunda crisis que se extendería casi por medio siglo: la economía estaba estancada; buena parte de los territorios y recursos permanecían inexplorados; la presencia estatal escasamente se extendía a la zona del Altiplano y las nuevas autoridades requerían de legitimidad a nivel popular. Era comenzar desde cero.

En adelante, la fuerza castrense surgida al amparo de la guerra se convirtió en un peso para el erario público, a la vez que determinó la organización del sistema político durante los siguientes 50 años al constituirse en "heredera natural" del vacío de poder dejado por la Monarquía Española. Las administraciones de los gobiernos militares, que dominaron el panorama político entre 1825 y 1880, respondieron al desafío de construir una nación con los medios de que disponían, caracterizándose por el despotismo y el empleo frecuente de la violencia para enfrentar las contingencias. Los asuntos públicos habrían sido conducidos de manera errática, dificultando cualquier intento de organización.

Hasta la guerra con Chile en 1879, la historia política de Bolivia "...registra una cadena de "cuartelazos", "golpes" y "contragolpes" como medio para llegar al poder y saquear los magros recursos del Estado..." . Desde la caída de Santa Cruz (1839) hasta la asunción de Campero (1880) -sin considerar los intentos de golpe o levantamientos fallidos-, se sucedieron catorce presidentes y una junta de gobierno, lo que equivale a una duración promedio de 2 años y 7 meses por administración. De esta manera, la inestabilidad se fue convirtiendo en un elemento persistente en el sistema político boliviano.

En materia económica los sucesos tampoco tuvieron una dirección constante. Los caudillos militares alternaron de manera pendular entre la implementación de políticas liberales y otras de corte proteccionista que no conseguían activar la producción. Consecuentemente, la economía se mantuvo dependiente en gran medida del tributo indígena y de una escasa producción minera. Hacia 1825 se calculaba la existencia de cerca de 10.000 minas abandonadas en el país y no había inversionistas (nacionales o extranjeros) dispuestos a reactivarlas, lo quehizo caer la producción a menos de la mitad de la obtenida a fines del siglo XVIII. Por otra parte, la población de las principales ciudades disminuyó de manera considerable, reduciendo a su vez el tamaño del mercado interno. Los efectos de la descapitalización de la industria minera y la decadencia de la población urbana, se agudizaron debido a las dificultades que experimentaba la economía internacional a comienzos del siglo XIX, dejando al país "...como una economía de mayor predominio rural y de mayor orientación a la subsistencia de lo que había sido en el pasado."

Por otra parte, el fin del sistema colonial significó un cambio radical en las condiciones comerciales y de conectividad en Latinoamérica. Al desarticularse el Imperio Español los nuevos países optaron por establecer barreras arancelarias recíprocas que limitaron la libre circulación, dificultando el acceso a sus mercados y elevando los costos asociados al intercambio de mercancías. Para Bolivia el cambio fue especialmente difícil, ya que el país no contaba con vías que le permitieran vincularse con el exterior de forma expedita y autónoma. Durante la época colonial el intercambio comercial se efectuaba a través de una ruta hacia el Atlántico (Potosí-Buenos Aires), la que prácticamente dejó de utilizarse luego de la independencia; y dos hacia el Pacífico a través de los puertos de Cobija y Arica. Las condiciones de intercambio a través del puerto de Arica se tornaron vulnerables a los cambios en las relaciones políticas entre Perú y Bolivia, a la vez que el comercio por Cobija suponía dificultades importantes debido a la precariedad de las instalaciones y su poca accesibilidad, ya que la única forma de llegar a él era atravesando el desierto de Atacama en mula.

Los efectos se agudizaron debido a la particular configuración boliviana, ya que el país carecía también de conectividad interna. Durante la Colonia, la cohesión del Alto Perú se sustentaba en el importantísimo eje económico-minero de Potosí, el que aseguraba el contacto con el exterior y proporcionaba mercados a productos de diferentes zonas del país. La declinación de la producción minera post-independencia rompió estos lazos, fragmentando el territorio donde abundaban los obstáculos gráficos y escaseaban las vías de comunicación. Así, regiones actuales como Beni, Pando o Santa Cruz, se replegaron y comenzaron a desarrollar sus actividades de forma independiente, al margen de la capital. Recuperar la economía, estabilizar la estructura política, consolidar la nación y vincularse con el exterior, requería de un mínimo de articulación interna que Bolivia no poseía. La nación pareció verse encerrada en sí misma, dando origen a lo que más tarde acabaría consolidándose como una característica y problemáticatradicional: la percepción de enclaustramiento.

El país debió enfrentar además una serie de conflictos internacionales derivados de la -a veces- poco clara delimitación territorial de las emergentes repúblicas. Para definir sus límites las naciones latinoamericanas invocaron el principio del UtiPossidetis Iuris, según el cual las fronteras serían las existentes al momento de la emancipación. Sin embargo, no siempre fue fácil determinar cuáles eran los deslindes coloniales y las fronteras suscitaron varios conflictos. En un contexto de vulnerabilidad, las disputas se tradujeron en una constante de la concepción territorial boliviana, por las relaciones con los países limítrofes como por la influencia de potencias europeas como Inglaterra y Francia. La situación internacional era extremadamente delicada ya que se sostenían paralelamente controversias con todos los países vecinos, tanto así que hacia 1863 circulaban "...rumores de que Perú y Argentina planeaban repartirse Bolivia. Punto delicado era La Paz que, según otros informantes, pensaba pedir su anexión al vecino país del noreste..." . En las décadas posteriores, a partir de la reactivación de los conflictos durante la primera mitad del siglo XX, el país perdió más de la mitad de los territorios con los que contaba teóricamente al empezar su existencia independiente (2.363.769 km2) consolidando una estructura territorial como la que posee actualmente,en unos 1.098.581 km2.

El panorama se mantuvo sin grandes modificaciones hasta aproximadamente 1865, cuando la reactivación de la minería de la plata dio un respiro a la economía. Dicho impulso se produjo en parte por las medidas aperturistas del gobierno de Morales (1872), "...pero sobre todo por un proceso de modernización tecnológica y administrativa de los prohombres del poder minero (Aramayo, Arce, Pacheco)..." . La elite minera buscó extender su poder a la administración pública, lo que se tradujo en la implementación de modificaciones al sistema político y económico. Las transformaciones que venían operando desde comienzos de la década del 70, se consolidaron luego de la Guerra del Pacífico, en la medida que la pérdida de la Provincia Litoral precipitó la sustitución de los gobiernos militares por un modelo de partidos políticos (liberales y conservadores), además de asegurar la apertura económica -promovida a su vez por las nuevas autoridades- a través de las condiciones comerciales establecidas en el Pacto de Tregua (1884) .

Si bien la reactivación minera y las políticas liberales impulsaron importantes mejoras en infraestructura y el desarrollo de un sector moderno de exportación, junto con expandir la red comercial agrícola y los centros urbanos, la estructura general del país no sufrió modificaciones importantes. Es cierto que la economía creció y volvió a conectarse con los mercados internacionales, "Sin embargo, el resurgimiento de la minería boliviana en la segunda mitad del siglo XIX no pudo, a diferencia de Potosí en el siglo XVI, articular al conjunto de la economía..." . El escaso volumen de fuerza de trabajo requerido, sumado a las limitaciones del transporte interno y a la orientación económica impuesta por las líneas del ferrocarril, impidió su contribución al desarrollo de la agricultura. Al contrario, la desestimación de las políticas proteccionistas predominantes en el período anterior, hizo que zonas tradicionales de agricultura comercial perdieran vigencia y significó el fin de la incipiente industria nacional (principalmente textil y artesanal) que no fue capaz de competir con las importaciones extranjeras.

Las reformas "modernizantes" de finales del siglo XIX no solo no consiguieron modificar sustancialmente la estructura del país, sino al contrario, profundizaron ciertos aspectos tradicionales de la configuración socioproductiva, geopolítica y cultural que se habían desarrollado antes de 1880; asegurando de esta manera su consolidación y proyección. Bolivia continuó siendo un país predominantemente rural con una economía agraria más bien de subsistencia, al mismo tiempo que "...el nuevo esquema ratificó su decisión de mantener el aislamiento interno" al sostener la desconexión de una parte importante del territorio. Las continuidades subyacentes en el modelo tuvieron importantes consecuencias, en la medida que dieron forma a una serie de características que con el paso del tiempo acabarían constituyéndose como elementos centrales de la nacionalidad boliviana.

El desenvolvimiento de la economía en el siglo XIX tuvo una influencia trascendental en la configuración sociocultural y étnica del país. De hecho, la prevalencia del componente indígena en la población (alrededor del 62%, según el Censo del 2001), así como el excepcional poder de movilización político que ha logrado mantener, pueden explicarse en buena medida debido a ciertas características del sistema productivo boliviano decimonónico. El derrumbe de la minería pos-independencia significó el vuelco hacia la agricultura de supervivencia y obligó a las arcas fiscales a continuar dependiendo considerablemente del tributo indígena. Dicha modalidad sostuvo al menos parcialmente las dinámicas coloniales, que se apoyaban fuertemente en los caciques locales, lo que no solo facilitó la supervivencia de las comunidades, sino que al mismo tiempo les permitió gozar de una mayor autonomía. Más tarde, la incapacidad de la reactivación minera de finales del siglo XIX para estimular el desarrollo agrícola, explicaríapor qué la población indígena pudo conservar durante tanto tiempo sus parcelas.

El patrón geopolítico del siglo XIX también tuvo importantes secuelas. La insistencia de la elite que en dirigir el devenir nacional prescindiendo del resto implicaba no contar con el ejercicio de una soberanía sólida en buena parte de Bolivia, lo que indudablemente fue uno de los factores que influyó en las disputas territoriales. Al mismo tiempo, la incorporación tardía de los llanos -cuya injerencia política, social y económica fue mínima hasta bien entrado el siglo XX-, profundizó las diferencias internas asegurando la desarticulación del espacio en dos zonas: por una parte La Paz y en oposición, los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando. En el trascurso del tiempo, dicha dicotomía ha estado presente significado el surgimiento de antagonismos sociales, rivalidades internas y fricciones étnicas, que han motivado reclamaciones de autonomía regional e incluso-en sus manifestaciones más radicales- el surgimiento de propuestas separatistas.

En la actualidad, la conciliación entre los intereses, objetivos y características de ambos sectores, así como los de la población indígena y mestiza, probablemente constituyen los mayores desafíos que enfrenta el país. Sobre todo teniendo en cuenta la creciente importancia económica adquirida por las tierras bajas, que representan cerca de la mitad del Producto Interno Bruto boliviano, y el hecho de que inevitablemente la coyuntura política interna actualiza y da fuerza a las fricciones étnicas y regionales;éstas preservan su vitalidad en la recepción a la figura del Presidente Evo Morales, más cercano a los habitantes del Altiplano que a los del Llano, donde la mayoría de la población se identifica como mestiza.Constatar la injerencia del acontecer histórico temprano de Bolivia en sus características y problemáticas contemporáneas, por una parte, deja en evidencia la significativa contingencia del pasado, así como la importancia de la historia en la configuración del presente, lo que a su vez invita a reflexionar acerca de la necesidad de estudiar y considerar la memoria a la hora de acceder a una comprensión integral de un espacio determinado.

 

 

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