Dos intensos días de análisis y debate sobre el impacto económico, social, político y emocional que conllevan los procesos migratorios y el rol que en estos juegan las mujeres, ocupó a un número importante de investigadoras, quienes participaron en el IX Encuentro Internacional de la Red de Académicas sin Fronteras (EIRASF), actividad que este año se realizó en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.
El seminario, que fue inaugurado por la Directora del IEI, profesora Dorotea López Giral, abarcó todos los aspectos que involucra la migración y la invisibilización que, durante años, sufrieron las mujeres en el estudio de estos procesos.
En el caso de América Latina y más específicamente de Chile, a lo largo de la historia se han dado diversas circunstancias que, de alguna u otra manera, han influido en la migración de personas procedentes de países vecinos. Un buen ejemplo de ello lo constituyó el establecimiento de una Zona Franca en la ciudad de Iquique, la cual fue determinante para el desarrollo de una fuerte proyección transfronteriza, en un contexto de casi nulas relaciones diplomáticas con Bolivia, como bien explicó durante su intervención la Dra. Marcela Tapia, Directora del Doctorado en Estudios Transfronterizos del INTE (Universidad Arturo Prat de Iquique).
A juicio de la académica, “no hay acuerdo respecto de la noción de empresarios extranjeros o internacionales, toda vez que la mirada economicista desdibuja los proyectos migratorios y el despliegue de prácticas culturales y sociales”.
Migración colombiana y el factor violencia
Por su parte, la Dra. en Geografía y académica del IEI, prof. Megan Ryburn, expuso sobre la migración colombiana y la violencia a la que se ven expuestas, la cual -al parecer- resulta ser inevitable sobre todo al considerar las condiciones precarias y de hacinamiento al que se ven expuestas las familias migrantes.
La prof. Ryburn ha llevado a cabo un largo trabajo de investigación sobre el tema, en el cual ilustra cómo las mujeres migrantes navegan esta violencia, encuentran maneras de aguantar y también se ven expuestas a momentos de alegría. “De esta manera encuentran su resistencia, explicó.
Por su parte, la Directora del Centro de Investigación Aplicada en Familia, Trabajo y Ciudadanía CIELO de la Universidad Santo Tomás, Pamela Caro, enfocó su análisis en los migrantes latinoamericanos que trabajan como temporeros en el Valle de Rapel y en la precariedad tanto laboral como doméstica en que deben desenvolverse.
A juicio de la Doctora en Economía de la Universidad Católica Sedes Sapientiae, de Lima (Perú), Norma Velásquez, la migración no solo tiene impactos negativos. Muy por el contrario, constituye un impulso para el desarrollo de la economía circular.
Sobre el particular, entregó cifras muy reveladoras. Por ejemplo, que al 2020 había 281 millones de migrantes en todo el mundo, lo que equivale al 3,6% de la población global. Pero, en el plano internacional, este fenómeno se ralentizó producto de la pandemia. No así en lo que respecta a migrantes internos, cuya cifra se incrementó considerablemente.
“Es importante destacar que las personas se mueven a otros continentes llevando consigo no solo su conocimiento y habilidades, sino que también su cultura. Además, cuentan con ocupaciones y profesiones que, en muchas ocasiones, no son consideradas en el lugar de destino”, explicó.
Asimismo, resaltó que lamentablemente los países que acogen a estos migrantes les ofrecen pocas oportunidades laborales, con bajos ingresos y los cuales, en su mayoría pasan a engrosar las cifras de remesas. Por ello, plantea la necesidad imperiosa de aprovechar las calificaciones y habilidades de los migrantes en este nuevo sistema económico.
Finalmente, la Doctora en Estudios Sociales de América Latina, de la Universidad de Córdoba, Argentina, Fernanda Stang, presentó una ponencia titulada “Dolores que se hacen banderas: violencia sexo-genérica y luchas migrantes en Chile”.
En su trabajo, la Dra. Stang llama la atención sobre el peligro de “abordar experiencias de politización de mujeres migrantes, en las que la violencia sexo-genérica experimentada es resignificada como motor de participación social, fundamentalmente en tareas de cuidado comunitario”.