Mijail Gorbachov, Doctor Honoris Causa de la Univ. de Chile

Mijail Gorbachov, Doctor Honoris Causa de la Univ. de Chile

Palabras del Instituto de Estudios Internacionales

La Universidad de Chile otorga el grado de Doctor Honoris Causa a Mijail Gorbachov, ex Presidente y Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética y Premio Nobel de la Paz. Se le otorga por sus méritos como sujeto sobresaliente de las relaciones internacionales, por su aporte a la tesis del cambio o reestructuración (Perestroika) y por la fuerza de su propuesta de una forma de pensamiento (Novoe Myschlenie) en la política internacional.

Su ascenso en 1985 a la más alta posición en la carrera políticca es considerado el inicio de una primera etapa de reformas, seguida de otra más profunda de reestructuración como un imperativo político y económico.  Este acontecimiento fue observado atentamente por analistas y politólogos, intentando penetrar, tal vez inicialmente con más pasión que claridad, en los fenómenos que ocurrían en la Unión Soviética, en Europa Oriental o en otras esferas del sistema internacional en donde su influencia o hegemonía estuvieran presentes.

Esta constatación se justificaba en la medida en que la Unión Soviética era percibida como una superpotencia, cuyos intereses se definían principalmente en la competencia con Estados Unidos, manifestándose dentro de un marco de confrontación, atenuada por un corto período de détendeur en los años setenta.

En América Latina, como en otras regiones caracterizadas por los elementos del tercer mundo, se percibía un predominio de los elementos ideológicos de esta competencia y, en el caso particular de nuestro país, las relaciones con la URSS fueron temas emotivos o confrontacionales de la política interna en diversas épocas.  Si bien en la década de los setenta aparecieron signos que parecieron priorizar las relaciones a nivel de Estado, al mismo tiempo se observa que la Unión Soviética buscaba conservar o aprovechar los espacios de independencia económica y política respecto de la otra superpotencia, reproduciendo la competencia existente a nivel mundial.

En este contexto, Mijail Gorbachov nos impulsó a estudiar más atentamente a la Unión Soviética, a seguir el paso de las iniciativas en materia de control de armamentos, de política y organización europea y, en un tema que es particularmente grato para Chile, a la posición de ese país en la cuenca del Pacífico.

Si bien su discurso en Vladivostok, en 1986, tiene como objetivo resaltar la política soviética hacia el Asia y el Pacífico en áreas sensibles y que involucraban riesgos de una confrontación militar, se presenta ante los países ribereños una superpotencia en búsqueda de nueva imagen, de una legitimidad política que, con el tiempo, se expresaría en su incorporación a los foros de cooperación multilateral.

Se advierte entonces, desde este lejano país, la necesidad de ajustar los análisis a una realidad que se va haciendo más difícil de simplificar en visiones unidimensionales e ideológicas, y de ampliar los enfoques acerca del sistema internacional.  Chile experimenta en los mismos años la más profunda transformación económica, política e institucional del siglo, y pueden buscarse explicaciones que liguen este fenómeno con aquellos que influencian la acción de este gobernante.

La obra de Mijail Gorbachov presenta, en este contexto, un doble interés para el mundo académico. Por una parte, encontramos un impacto en los estudios acerca del socialismo, tanto en los ámbitos intelectuales y políticos que adhieren a sus diferentes corrientes y que se expresan dentro de la ortodoxia partidaria o desde la disidencia. Los planteamientos respecto de la Unión Soviética manifiestan esta vertiente, al definir al nuevo Estado surgido de la Revolución de Octubre por su identidad socialista, cuyas raíces o fuentes ideológicas es necesario revitalizar mediante la Perestroika. Un socialismo que ahora no reniega de la tradición política moderna, compatible con valores universalmente compartidos.

Como lo expresa en su obra “Perestroika”, su esencia se encuentra en el hecho de que une socialismo con democracia, y propone revivir un concepto leninista de la construcción socialista, tanto en la teoría como en la práctica. Asimismo, desde perspectivas que se desprenden del tronco originario y que surgen más bien en la filosofía política de Occidente, se intenta en el mismo período someter a una crítica profunda la experiencia soviética, tomando como base teórica los escritos de Gramsci, así como superar las visiones de una sociedad socialista vinculada necesariamente a bloques geopolíticos. Estos elementos no podrían dejar de ser considerados en un estudio comprensivo de los procesos políticos del mundo actual.

¿Implica este planteamiento de Perestroika renunciar a la utopía de una sociedad única e indivisible? ¿Abrir el debate interno para, desde allí, dirigir una suerte de convergencia con las sociedades en la cual el Estado y el partido no se confunden? ¿Es Rusia, como país que no vivió las etapas históricas del Renacimiento y de las revoluciones liberales en Europa Occidental, el origen o la explicacion de una utopía semejante?

Son preguntas que inquietan a los historiadores y cientistas políticos, planteadas en todos los trabajos sobre la reestructuración socialista y los cambios ocurridos a nivel mundial en estos ocho últimos años.

La constatación que Mijail Gorbachov realiza en 1992, en su discurso de Fulton, Estados Unidos, acerca de la esencia de las relaciones internacionales que caracterizan la Guerra Fría, constituye el otro punto de particular atención para un analista de la época.

Alejado ya de las posiciones de poder en su país de origen y habiéndose disuelto de la Unión Soviética, su afirmación de que se está viviendo un moento clave de cambio, de nivel planetario, consistente en la sustitución de un paradigma de civilización por otro, atrae nuestra atención.

Nuevamente, la proposición recurre a conceptos teóricos que parten de supuestos realistas y universales más que ideológicos. Las tendencias hacia la integración de una revolución científica y tecnológica de vasto alcance a nivel global; la internacionalización de los procesos económicos, y las profundas transformaciones de las condiciones de la vida humana, son identificadas como las bases para la definición de la comunidad internacional.

Esto implica una revisión de los marcos de análisis prevalencientes y un acercamiento a enfoques más globales de seguridad colectiva y economía internacional, sin la perspectiva de la competencia entre diferentes sistemas, que fue la base de la teoría de la coexistencia pacífica, de la soberanía limitada por las esferas de influencia y de la oposición ideológica inconciliable entre potencias mundiales.

Sin duda, se observan apropiadamente los cambios significativos en las orientaciones filosóficas predominantes, así como los de naturaleza geoestratégica. Estudiando la política exterior de la Unión Soviética durante los años de Gorbachov, surgen algunos signos claros aunque no totalmente definitivos, de estos cambios.

 En el caso de América Latina, se evidencian elementos que tienden a dar mayor preeminencia a la búsqueda de entendimientos globales entre los grandes poderes, lo cual tuvo una repercusión favorable en la solución a conflictos locales o regionales. El retiro de Afganistán, así como la política hacia Cuba y América Central, entrarían en este cuadro. La reestructuración de la política exterior importa pasar de los vínculos tradicionales de solidaridad internacional o partidaria, o afectarlos severamente para dar prioridad en la diplomacia a otra relación con Occidente.

Michail Gorbachov representa el tránsito del periodo de las guerras mundiales y de la Guerra Fría hacia un nuevo mundo todavía incierto, que se sustenta en el recuerdo de los peligros de enfrentamiento total que caracterizaron al siglo. La transformacion política de Europa Central y Oriental; la reunificación alemana, con sus consecuencias en el sistema militar y económico, tienen expresión máxima en los compromisos que asume en nombre de la Unión Soviética en 1990. El Tratado sobre Reducción de Fuerzas Convencionales en Europa, antecedido por históricos acuerdos con Estados Unidos acerca de las armas estratégicas, así como la adopción de la denominada Carta de París para la nueva Europa, han sido calificados como el instante de término de la Guerra Fría.

Difícil precisar una fecha, aunque pareciera que, con ella, el siglo hubiera ya terminado. El fin de la división de Europa que Gorbachov intuye al enunciar la doctrina del “Hogar Común Europeo” para incluir a la Unión Soviética dentro de la estructura política de la región, es una de las grandes consecuencias de los acuerdos de la década pasada.

Para las relaciones internacionales, la filosofía, la ciencia política y la historia, es la incertidumbre posterior a la reemergencia de Rusia y las variadas expresiones nacionales en la ex Unión Soviética, las que orientan las interrogantes. El signo que en definitiva adoptará su perfil de potencia mundial, su inserción en la esfera europea, sus definiciones de seguridad colectiva, atraen nuevamente nuestra atención.

En el sistema internacional se plantean nuevos paradigmas de democracia y pareciera que hay posibilidad de llegar a acuerdos fundamentales acerca del rol de las Naciones Unidas. Podría confirmarse la tesis de que el mundo no es una máquina que pueda someterse a un control total. No es reconstruible solamente con conceptos técnicos o mediante una racionalidad histórica basada en supuestos inventados. La tradición humanista rusa, a cuyo resurgimiento parecemos asistir, podrá iluminar esta nueva época.

Mijail Gorbachov ha contribuido meritoriamente a que descubramos la realidad de esta afirmación. Por esta razón, la Universidad de Chile honra su presencia, otorgándole el grado académico de Doctor Honoris Causa.

Bolshóe Spasíba Mijail Serguéevich!

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