Decía la poeta chilena Gabriela Mistral, premio Nóbel y maestra rural de nuestra América, que al Océano Pacífico había que oírlo cantar. Agradezco a nuestros distinguidos invitados que oyendo ese canto han hecho el largo viaje a través del Pacífico para compartir esta feliz ocasión. Agradezco también al Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, a su directora Dorotea López y al profesor Andrés Bórquez, por invitarme a intervenir sobre un tema central para la cooperación integral entre nuestras naciones: la diplomacia cultural.
Nos recuerda el saber tradicional la alegría que es tener amigos en lugares lejanos. Pero la amistad es más que solo transacciones útiles. La amistad es compartir la mesa, compartir alegrías y dolores, conocer el nombre de nuestros ancestros, recitar juntos nuestras historias favoritas. Si la amistad es este conocimiento recíproco, entonces, la diplomacia cultural es el lugar de la amistad entre las naciones lejanas y un espacio central en la modernización del diálogo entre civilizaciones. Desde la generación de poder blando a la gestión de mensajes a audiencias interconectadas y transnacionales, las relaciones diplomáticas modernas exigen una preocupación prioritaria por la cultura.
Según la profesora Patricia Goff, se reconocen tres ámbitos en los que las estrategias de diplomacia cultural colaboran con el desarrollo de este saber diplomático: la conexión, la innovación y la consistencia. La importancia de la diplomacia cultural entre China y Chile puede evaluarse frente a estas estrategias.
Primero, habría que declarar que la diplomacia cultural ha sido históricamente el mecanismo con que China y Chile han construido la antes improbable conectividad transpacífica. La amistad entre Pablo Neruda y Ai Qing, la visita de este último junto a Xiao San a nuestro continente, las pinturas de José Venturelli, o las traducciones que Poli Délano hizo de Lu Xun fueron enlaces eventuales, pero esenciales en el camino que hizo de Chile el primer país de Sudamérica en reconocer al gobierno de la República Popular China.
Segundo, es a través de la diplomacia cultural que los grandes procesos de innovación entre China y Chile se han vuelto visibles para las amplias capas sociales de nuestros pueblos. Así es cómo el Pozo de las Antípodas, durante la Expo Shanghai 2010, permitió imaginar el vínculo transpacífico combinando cultura y tecnología, conectando personas entre Shanghai y Santiago por pantallas en ambos territorios, llevando nuestras palabras de amistad a ambos lados del planeta.
Pero nuestros logros en conexión e innovación aún no se traducen en consistencia. Escribió el gran poeta Du Fu, “En tiempos difíciles, las palabras tropiezan. Solo mi viejo amigo sigue siendo el mismo” “時危話顛躓. 故舊獨依然.” La complejidad actual de nuestras relaciones exige que sigamos el consejo de Du Fu. No nos conformemos con los esquemas provisionales y contingentes que han definido nuestra diplomacia cultural; tenemos la tarea de imaginar infraestructuras de cooperación cultural permanentes.
Por un lado, existe la necesidad de que la República Popular China utilice parte de sus recursos enfocados en industrias extractivas para fortalecer la cooperación cultural a través de plataformas estratégicas de diplomacia cultural en Chile.
Por otro lado, Chile tiene el desafío de profesionalizar la práctica de la diplomacia cultural hacia el Asia Pacífico, hoy diseminada en distintos organismos, como Pro Chile y Marca Chile, o reparticiones en el Ministerio de las Culturas y el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Finalmente, ambos países tenemos el desafío de pensar juntos nuestro pasado común: nuestra existencia histórica está proyectada hacia Océano Pacífico. Nuestra historia nos empuja a construir una diplomacia patrimonial que junte a las naciones marítimas del Océano más grande del mundo.
No más estrellas fugaces; necesitamos crear constelaciones culturales duraderas. Es alegre tener amigos en lugares lejanos. Pero también sabemos que no hay nada más doloroso que perder un amigo. Escribe Du Fu antes de abandonar Hunan para volver a Qin y ver a los amigos que dejaba atrás “¿Cómo evitar las lágrimas al final del viaje?” “途窮那免哭.” La diplomacia cultural asegura que ni Du Fu, ni nosotros, tengamos que llorar.
Cuando las relaciones económicas o políticas entran en crisis, la diplomacia cultural permite que nuestro vínculo persista. La resiliencia de nuestras naciones reside en los artistas, los intelectuales y los estudiantes que alimentan nuestros valores comunes. Es urgente darles una infraestructura digna de su importancia. En un mundo en transición, la cultura es la casa para una amistad duradera entre Chile y China.