La reciente apertura del puerto de Chancay en Perú marca un hito en el en la cuenca latinoamericana del Pacífico, un punto crucial que obliga a Chile a reflexionar sobre su posición en un período de transición hacia un nuevo orden internacional. Vivimos un momento decisivo en el que la incertidumbre se convierte progresivamente en la norma y el proteccionismo de las grandes potencias está en aumento. Es esencial que las naciones del Latino Pacífico (Chile y Perú, pero también Ecuador y Colombia) encuentren una voz articulada y establezcan esquemas estratégicos que permitan navegar un mundo cada vez más abocado a la seguridad y la geopolítica. Nuestra proyección, nuestra vida oceánica, reclama una estrategia coordinada.
Históricamente, el Pacífico Sur ha sido considerada una región periférica en el comercio global. Sin embargo, el auge de la cuenca asiática y, en particular, los mercados de los países del Este de Asia, han abierto la oportunidad de establecer un nuevo marco regional que permita a los países sudamericanos proyectar su influencia y abordar con mayor eficacia sus intereses económicos. El Latino Pacífico provee esta plataforma, no solo como una idea abstracta, sino en obras concretas. El puerto de Chancay abre la promesa de encarnar una voz para la cooperación estratégica de nuestras naciones hacia el Pacífico. Financiado en gran parte por China, el puerto proyecta un nuevo centro logístico en la región desde el que los países del Latino Pacífico pueden alzar una palabra global coordinada ante la competencia entre las grandes potencias. Es un cambio en el paradigma de las relaciones comerciales que los países de América del Sur debemos abordar con astucia y visión de largo plazo.
Chancay es un signo auspicioso de dinamismo regional. Todo apunta a que el puerto se consolidará en la próxima década como la principal plataforma logística entre China y el Pacífico Sur, especialmente para mover la carga peruana, ecuatoriana y brasileña hacia China. En esta misma línea, se asume que la carga proveniente de China llegará principalmente a Chancay puesto que este nuevo puerto se basará en los estándares chinos, desde donde se transferirá a los puertos satélites en los diversos países de la región. Dado los altos volúmenes de carga de Chile hacia China, sus propios puertos seguirán siendo una opción válida para enviar sus productos y continuar llevando la carga de las zonas interiores de Argentina hacia China.
La nueva presencia del puerto de Chancay tiene también sus ejes de incertidumbre. El escenario es menos claro en torno al establecimiento de plataformas logísticas hacia las rutas emergentes de la India y el sudeste asiático. La India con más de 1400 millones de habitantes y la región de ASEAN con más de 650 millones de habitantes presentan un crecimiento proyectado en la demanda de alimentos, minerales críticos y energía verde. En esa incertidumbre, hay una oportunidad. Chile y América del Sur pueden satisfacer esa demanda. Chile en particular tiene una oportunidad para desempeñar un papel pionero en la profesionalización de estas rutas y modernizar sus propios puertos como plataforma logística del Pacífico Sur hacia esa región en expansión.
Nuestra historia regional nos ha acostumbrado a ver con recelo el apogeo de los puertos vecinos. La trama ha sido la competencia. Pero esa no es nuestra actual coyuntura. El puerto de Chancay dota a la región de un complemento fundamental para reducir el déficit de infraestructura. Por tanto, el Latino Pacífico se vuelve un lugar más atractivo para captar inversiones complejas que activen cadenas y clústeres industriales regionales. El Banco Iberoamericano de Desarrollo señala que, en términos de esfuerzo de inversión en infraestructura, nuestra región necesita invertir al menos el 3,12 % de su PIB cada año hasta 2030. Chile debe desempeñar un papel vital creando rutas comerciales efectivas que diversifiquen los mercados hacia nuevas regiones en crecimiento. La visión de futuro de Chile desde el Latino Pacífico debe ser proactiva y colaborativa. La coyuntura del puerto de Chancay posibilita la actualización de nuestra estrategia regional, al perseguir activamente convertir nuestras naciones en un centro gravitacional de la economía y la geopolítica globales. Es el momento de construir puentes y fomentar esquemas que fortalezcan la capacidad de respuesta regional ante un periodo de transición. Nuestras ventajas son múltiples. Contamos con los minerales clave para la electro movilidad (cobre, litio y tierras raras). Hay potencial disponible para liderar la generación de energías renovables, como el hidrógeno verde. Y, por, sobre todo, países como Chile cuentan con una posición privilegiada en términos logísticos, ya que tienen la llave del paso sur del Pacífico hacia el Atlántico a través del estrecho de Magallanes, zona que es también puerta de entrada a la Antártida. Estos elementos pueden sentar las bases para desarrollar resiliencia y que los países del Latino Pacífico participen activamente en la economía global.
Participar en la conformación del Latino Pacífico está en la vocación histórica chilena. Tierra de océano llamó Benjamín Subercaseaux a Chile, como si las olas del Pacífico fueran el destino de nuestra nación. Y es que no hay chilena o chileno que al mirar las olas no haya imaginado, en sus más secretos sueños de futuro, en construir puentes sobre el mar.