Cuando Robert Prevost, Obispo de Chiclayo, Perú, y Cardenal de la Iglesia Católica, acepta la investidura como Papa de la Iglesia, al mismo tiempo anunció el nombre que asume como líder pontificio, Leo. Con una palabra, León, envió un mensaje para el estudio, reflexión, y praxis, que ni una clase magistral hubiera logrado.
Cuando Jesús inviste a Simón (quien escucha) como líder de sus seguidores y lo hace dándole un nuevo nombre, Pedro (piedra, roca), (John 1:42), se inicia una costumbre tradicional entre los seguidores de Jesús cuando deciden dedicar su vida por entero al servicio de la misión de Jesucristo.
Es así como desde temprano en la historia del cristianismo hubo entre quienes juraban pertenencia de servicio completo de por vida a la Iglesia Cristiana, la costumbre de cambiar de nombre. Cabe destacar que el concepto “nombre,” aquello por lo cual algo es conocido, tiene gran relevancia en la tradición del pensamiento filosófico y teológico Occidental. No es de extrañar, entonces, que eventualmente ocurriera que quien era nominado líder de la Iglesia, Papa, al momento de su investidura anunciara su cambio de nombre. Hubo varios casos en el primer milenio de la historia de la Iglesia Cristiana, pero llegó a ser una costumbre tradicional en el segundo milenio.
Este cambio de nombre tiene un doble mensaje comunicacional. Por un lado, es una auto definición del carácter y afinidades de la persona del Papa. Por otro lado, es un anuncio de la filosofía básica de lo que será su pontificado. Una figura interesante en la selección del nombre; la decisión es absolutamente personal y libre. Quien es nominado Papa, al momento de aceptar la investidura anuncia su nuevo nombre. Al seleccionar un nombre, el Papa está aludiendo a su respeto y admiración al carácter y acción de un seguidor de Jesucristo significativo en la historia eclesiástica.
Entonces, es natural que se espere con expectación el nombre de un nuevo Papa. Fue así el caso del recién elegido León XIV, y el mensaje no pudo ser más firme y claro. De inmediato, la pregunta del caso es, ¿Cuál es el precedente? Pronto se nos viene a la memoria, León XIII, el Papa de la Rerum Novarum (De las cosas nuevas), y un torrente de ideas, factores, asociaciones vienen al escenario. Rerum Novarum vino en un momento crítico del acontecer social y mundial (1891). El siglo XIX atestigua el triunfo de la Revolución Industrial, transformando la Cultura Material de todas las sociedades. La nueva economía de la eficiencia y evolución permanente de la tecnología permitieron una tremenda expansión cuantitativa y cualitativa que altera el orden social, político y cultural con siglos de tradición. El así llamado progreso civilizatorio beneficia a muchos sectores sociales, pero al mismo tiempo tiene un chocante costo social e institucional. El resultado es un gran incremento de la tensión político-social doméstica e internacional en todo el orbe. La cuenta cobró horrorosas guerras y la caída de todos los grandes imperios en las primeras décadas del siglo XX. En el entretanto, durante el siglo XIX la Iglesia Católica vivía un duro y agonizante proceso de aprendizaje, entendimiento y adaptación a la Modernidad que venía ya de siglos anteriores. La convivencia mejoraba, pero a paso muy lento. En tanto y en cuanto la Iglesia no prestaba atención directa al dolor y llamado de la inmensa cantidad de explotados, maltratados o simplemente desprotegidos que dejaba el proceso de industrialización. Tampoco la Iglesia prestaba atención directa al sin número de respuestas sociales y políticas que trataban de atender a los desamparados por la industrialización. El siglo XIX vio el nacimiento y evolución de todas las variaciones de los llamados movimientos socialistas. Estos movimientos iban desde de los más ideologizados e intelectuales, a los de acción política más radicalizados. Dichos movimientos fueron la cuna de todos los partidos políticos importantes y fuertes de tal tendencia durante el siglo XX. León XIII si demostró que el prestaba seria atención a todos estos fenómenos y decidió que la Iglesia Católica no podía seguir ignorando y mantenerse al margen de los mismos. De allí proviene la Encíclica Rerum Novarum que hasta hoy en día es la fuente originaria de la Doctrina Social de la Iglesia, preponderante durante el siglo XX. Como resultado, el lenguaje teológico comenzó a introducir los conceptos de los así llamados “lo social,” “lo democrático,” “lo humanista.” Rerum Novarum expresamente incentiva el estudio, análisis y acción al respecto.
Con decir mi nombre pontificio es León, León XIV demuestra que conoce y se identifica con la experiencia de León XIII quien vivió la experiencia de la revolución industrial triunfante. Esa revolución desplazó al orden socio económico sostenido por la agricultura como actividad económica principal. El desarrollo de la industria pasa a ser el centro de la actividad económica mundial con toda la consiguiente transformación y translocación social, política, cultural de la civilización humana. Son tiempos de Rerum Novarum. Así, León XIV entiende la época de León XIII, pero da un paso dramático al frente; estaríamos ante un nuevo Rerum Novarum. La post industrialización actual estaría desplazando a la industria como actividad económica principal, y consecuentemente, el orden socio económico, político, y cultural estaría en un estado de descomposición e incertidumbre. Manifestaciones claras de esta situación estarían en la globalización, deterioro de la naturaleza, y fisuras civilizatorias. El desarrollo de nuevas tecnologías en transporte y comunicaciones ha achicado el planeta en tal medida que hoy en día todos estaríamos viviendo no ya en el mismo vecindario, sino en la misma casa. De aquí derivan crisis tan serias y presentes como la migración, cambio de clima, plagas, y confrontaciones entre distintas visiones de civilización. Adicionalmente, las tecnologías de recolección y procesamiento de datos están alcanzando niveles de capacidad recientemente impensables. Los drásticos cambios en la base de la Cultura Material de la sociedad contemporánea, estarían alterando todas las interrelaciones de la existencia humana desde las relaciones con la naturaleza a relaciones en la familia, el trabajo, la entretención, la nación, el orden internacional, y en definitiva alterando la esencia de la cultura y civilización humana misma.
En este contexto, León XIV cree que el nuevo Rerum Novarum es ahora. Además, piensa que está continuando una línea iniciada por su predecesor. El Papa Francisco explícitamente tomó su nombre pontificio inspirado en la figura hagiográfica cristiana más asociada a la naturaleza del planeta, San Francisco de Asís, y consiguientemente marcó su pontificado con la atención a las políticas ambientales y migratorias. León XIV también explícitamente menciona el medio ambiente y la migración. Además, agrega la preocupación por el desarrollo de las tecnologías de Inteligencia Artificial. Estas tecnologías potencialmente podrían alterar el lugar y el rol de lo humano en el devenir de la humanidad y de nuestra casa planetaria. León XIV definitivamente quiere poner a la Iglesia Católica en un nuevo Rerum Novarum y los signos de los tiempos le están dando bastantes razones para justificarlo.

