“La Conferencia de Paz de París suele recordarse por el Tratado con Alemania, firmado en Versalles el 28 de junio de 1919. Pero, desde luego, fue mucho más”… Y sobre sus orígenes y, sobre todo, alcance y consecuencias se basó la ponencia del profesor e historiador Joaquín Fermandois, con quien el pasado miércoles se dio inicio al Ciclo de Conferencias “El mundo a 100 años del Tratado de Versalles”, actividad organizada por el Centro de Estudios Avanzados y Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.
En la oportunidad, el profesor Fermandois destacó que la firma de este tratado generó una inmensa incertidumbre, pero también la sensación de que estaba naciendo un nuevo orden, como bien explicó la académica e historiadora del IEI, María José Henríquez, quien en esta ocasión estuvo a cargo de comentar la ponencia del presidente de la Academia Chilena de Historia.
Al respecto, la profesora Henríquez destacó que las expectativas eran enormes: redactar los tratados, conciliar intereses hacia adentro -los negociadores debían tener en cuenta a sus propias opiniones públicas; pensar en el futuro, las elecciones- y hacia afuera, y en esta línea, crear un orden internacional que hiciese que otra guerra fuera imposible.
“Resulta fundamental no ignorar que la energía de los aliados se había concentrado en ganar la guerra, no en preparar la paz. Hasta el ingreso de EEUU., cuando se produce un choque entre la visión decimonónica y la noción renovadora de Wilson”, afirmó
Siguiendo a la historiadora canadiense Margaret Macmillan, la profesora Henríquez se refirió a los dos errores del Presidente Wilson:
Negociar con el gobierno civil de Alemania en lugar del Alto Mando, permitiendo a los generales evitar la responsabilidad de la guerra y su resultado. A medida que pasaba el tiempo, el Alto Mando y sus partidarios de la derecha publicaron que Alemania no había sido derrotada en el campo de batalla: el ejército alemán podría haber luchado, quizás hasta la victoria, si los cobardes civiles no lo hubieran defraudado. El mito de la puñalada por la espalda.
Las declaraciones públicas de Wilson de que no apoyaría las indemnizaciones punitivas o una paz de venganza reforzaron las esperanzas alemanas de que Estados Unidos garantizaría que Alemania fuera tratada a la ligera.
A su juicio, los Aliados podrían haber hecho más para desafiar las opiniones alemanas sobre los orígenes de la guerra y la injusticia del tratado. En cambio, al menos en el caso de los pueblos de habla inglesa, eventualmente llegaron a estar más de acuerdo con la narrativa alemana, y esto contribuyó a las políticas de apaciguamiento de los años treinta.
Finalmente, la profesora Henríquez destacó que aún cuando “algunas de las decisiones tomadas al terminar la guerra en 1919 ciertamente alimentaron la demagogia populista e inspiraron sueños de venganza, la calamidad de la Segunda Guerra Mundial nos debería llevar a reflexionar sobre el fracaso de los líderes de las democracias en las décadas de entreguerras para lidiar con quienes usaron los mecanismos democráticos para socavar la propia democracia. Un siglo más tarde, aparecen nuevamente fuerzas similares: nacionalismo étnico, normas y cooperación internacional erosionadas y chovinismo vengativo y líderes autoritarios dispuestos a usarlas”, concluyó.